Supermanzanas y urbanismo táctico

Barcelona y la apertura del espacio público

Cuando en el 2011, después de años de políticas de recortes sociales y austeridad, surgió el movimiento español del 15M con los Indignados y sus acampadas en las plazas de tantas ciudades españolas, aprendimos que nuestras calles y plazas se pueden tomar y abrir para darles otro significado – más allá del desplazamiento rápido o el consumo.

Partiendo de ese movimiento de protestas, en el 2015 se formó en espacio político de las “Ciudades del cambio” con la victoria de las confluencias municipalistas en las grandes ciudades españolas, como Madrid, Zaragoza y Barcelona. Los aprendizajes del movimiento 15M ayudaron a entender que el urbanismo va más allá del trabajar sobre planos – es una herramienta de cohesión social y comunitaria capaz de fomentar una autoestima colectiva potente.

Desde que Ada Colau, activista para el derecho a la vivienda, inició su primer mandato como alcaldesa en 2015, la apertura del espacio público ha sido una de las herramientas clave de transformación – no solo urbanística sino social. Ada empezó su trayectoria política como activista, luchando contra la ola de los desahucios de la última crisis económica. Con la plataforma municipalista “Barcelona en Comú” gobierna la ciudad en su segundo mandato.

Barcelona es una de las ciudades más densas del mundo donde el tráfico y la turistificación masiva han dejado a los vecinos sin espacios de convivencia.

La creación de Supermanzanas es una nueva manera de organizar la ciudad y la convivencia. Se trata de un proyecto de ciudad dirigido a la mejora de la vida de las personas a partir de la definición de una nueva unidad que crea espacios de convivencia pensados para la gente y que da prioridad al peatón, seguido de la bicicleta y el transporte público, para conseguir que las calles puedan ser lugares de encuentro y recreo.

Concretamente, las Supermanzanas se configuran como unidades urbanas constituidas por la suma de diversos bloques de casas dentro de las cuales se pacifican las calles interiores para recuperar el espacio público para los peatones. Se limita a 10 km/h la velocidad del tráfico motorizado, se corta el tráfico de paso y se da prioridad a la movilidad sostenible y al espacio compartido, verde y seguro.

Los objetivos son pacificar espacios y liberar el tráfico de paso en determinadas vías, con el fin de humanizarlas y ganarlas para la actividad ciudadana. Se conciben como unidades de organización urbana. Las calles interiores de las supermanzanas son espacios donde el derecho de paso de vehículos ya no es la función principal, sino que se convierten en espacio de estancia e intercambio, de juego, de ocio, etcétera. Se crea una oportunidad para favorecer la movilidad sostenible, los espacios de estancia para el peatón o la eficiencia energética. Este es el reto: cómo mejorar en nuestro barrio el día a día de la gente haciendo barrios inclusivos. Cada intersección ‚recuperada‘ del barrio central barcelonés “Eixample” representa unos 2.000m2 de espacio para uso recreativo de la ciudadanía.

La creación de Supermanzanas en toda la ciudad de Barcelona es un modelo abierto, una transformación colectiva. El proceso cuenta con la participación de los vecinos como elemento fundamental para la reflexión y materialización. Cada supermanzana, realizada a partir de una propuesta inicial del Ayuntamiento, que también es el encargado de su planificación y ejecución, es implementada en coproducción con los propios vecinos y vecinas, así como las entidades que operan en la zona, a través de procesos participativos (asambleas, grupos de trabajo y una comisión de seguimiento) diseñados para definir, en conjunto, los problemas o los retos, y encontrar entre todos las soluciones.

En el ámbito de ciudad es un modelo de largo recorrido que se va haciendo realidad por medio de una implementación gradual y repartida por toda la ciudad. La implantación de las supermanzanas requiere un cambio de hábitos y un esfuerzo adicional compartido. Por ese motivo, es necesario incluir espacios que propicien un debate profundo sobre los usos que debe acoger el espacio público y es un proceso que lleva a su reapropiación por parte de la ciudadanía.

En la actualidad, la pandemia de la COVID-19 ha acelerado los procesos de recuperación del espacio urbano para los vecinos, no solo en Barcelona sino en ciudades de todo el mundo. Bajo hashtags como #popupbikelane se comparten experiencias de reapertura espontánea del espacio, en algún caso a mano de los propios ciudadanos.

El urbanismo táctico, en cuya lógica cabe incluir la creación de supermanzanas, es un tipo de intervención del espacio público más económica. En comparación con las transformaciones del urbanismo clásico estructural, representa solo un 10-20% de coste. Es por eso que el urbanismo táctico tiene una capacidad de transformación de los usos mucho mayor, más práctica, más rápida (factor importante en las circunstancias actuales) y – quizás lo más importante en lógica democrática- permite la coproducción poniendo a la ciudadanía en el centro. El uso de elementos como pintura, bancos, mesas y tiestos permiten experimentar con diversas configuraciones y que estas puedan evolucionar una vez se experimenta el uso real de la ciudadanía.

El caso de la supermanzana del barrio barcelonés Poblenou, la experiencia pionera de este tipo de pacificaciones de 3×3 manzanas (bloques de edificios) formando un cuadrado de 500 m de lado, es paradigmático de la evolución, en ocasiones dificultosa y llena de reticencias, con que se encuentran esas intervenciones novedosas de pacificación y recuperación del espacio público.

Al inicio de la implantación de la supermanzana del Poblenou, en septiembre de 2016, hubo una fuerte reticencia por parte de vecinos del barrio y críticas de todo tipo. La crítica más ampliamente compartida fue el hecho de no haber realizado un proceso de participación previo con los vecinos de la zona afectada. Sí hubo, a partir de la implantación inicial, una intensa y constante acción participativa con la ciudadanía y los colectivos e instituciones de la zona, que han llevado a la supermanzana del Poblenou a su configuración actual ‚personalizada‘, con un autobús pasando por su interior, una zona peatonal delante de un colegio, 6 estatuas gigantes bautizadas como ‚los guardianes de la superilla‘ y tres parques infantiles en las intersecciones decididos por un vecindario joven con un importante porcentaje de vivienda de protección social.

Otras de las críticas, ampliamente difundidas por una plataforma que pedía la eliminación de la supermanzana, era que no reducía el tráfico y la contaminación, sino que tan solo la trasladaba al perímetro de la zona. Las voces críticas temían que la zona quedara desértica al eliminar el tráfico de paso y que, por tanto, se incrementase la inseguridad. Y, por supuesto, que estas actuaciones tendrían una afectación negativa en el comercio de la zona.

Por otra parte, un colectivo de vecinos autoorganizados, defendieron los nuevos usos del espacio y empezaron a llenar de vida los espacios recuperados que, con la instalación de más bancos, mesas y los parques infantiles antes citados, han convertido poco a poco la zona tanto en un espacio de recreo de familias con niños, como de lectura, conversación o picnic de trabajadores y vecinos de la zona.

La experiencia de la supermanzana del Poblenou, ubicada en una zona relativamente poco poblada de Barcelona, sirvió de banco de pruebas para la prueba de fuego, la supermanzana del barrio barcelonés de Sant Antoni, con una geometría menos regular que la del Poblenou, un mercado en el centro y una densidad de población muy superior. En este caso, se prestó mucha más atención, tiempo y recursos al proceso participativo previo, con el resultado sorprendente de contar con el apoyo de la Asociación de Comerciantes, un colectivo que acostumbra a mostrar mucha reticencia, cuando no abierta oposición, a las pacificaciones de sus entornos.

Tanto en Poblenou como en Sant Antoni, se observa un gran incremento de los indicadores de calidad del aire y acústica en el interior de las supermanzanas – por supuesto debidos a la reducción del tráfico motorizado.

Otro camino, iniciado recientemente en Barcelona, es la despavimentación/permeabilización de la ciudad, realizado en paralelo a intervenciones de urbanismo táctico en el Eixample, y como parte del plan para naturalizar la ciudad y recuperar su suelo orgánico en un contexto de emergencia climática.

La pandemia ha acelerado cambios urbanísticos. Esos cambios se pueden entender como un primer paso de una transformación más profunda del urbanismo que llevará a la creación de ciudades más resilientes, que puedan dar mejores respuestas a situaciones de crisis y donde son los mismos vecinos quienes co-crean sus calles y plazas.

Eso sí, las mejoras del espacio ciudadano no deberían ir contra el derecho a la ciudadanía a seguir habitando en su barrio sino de la mano de políticas de derecho a la vivienda que combatan las amenazas que representan la gentrificación y la turistificación en un contexto donde prima el capitalismo especulativo.


Autores

Anke Kleff es psicóloga organizacional. Actualmente se dedica a la implementación de políticas de Igualdad y Diversidad dentro del ámbito de la Ciencia. Es vecina del barrio barcelonés “Ciutat Vella” y participa como activista en diversos espacios de Barcelona en Comú.

Cesar Ochoa es licenciado en Matemáticas. Es profesor de un instituto público del barrio del Poblenou, donde también reside. Participa como activista en entidades de fomento de la movilidad sostenible y en el Eje de Urbanismo y Movilidad de Barcelona en Comú.


Enlaces interesantes

Ajuntament de Barcelona
BBC: Cómo es la supermanzana, el plan para reducir el tráfico en Barcelona
Lavanguardia: Supermanzanas ‘made in BCN’


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Anke Kleff